Haz el test de asertividad; ¡Descubre cómo ser más asertivo!

Asertividad: la clave para tu crecimiento personal

Haz el test que te indicamos, aplica estos consejos y descubre cómo mejorar tus relaciones y habilidades comunicativas gracias a la asertividad.

Ponte en situación: Estás en la cola del supermercado y, justo cuando llega tu turno, una señora se cuela y empieza a colocar su compra en la cinta. Sé sincero, ¿cómo reaccionarías?

Si eres de los que se muerden la lengua y agachan la cabeza, ¡MAL! ¿Eres de los que saltan y empiezan a maldecir en arameo a la ‘colona’? También, ¡MAL! ¿Entonces? Pues lo ideal sería advertir a la señora de que crees que se ha colocado delante de ti porque no te ha visto y explicarle amablemente que tú estabas esperando.

Estamos de acuerdo en que esta sería la mejor opción si lo que queremos es resolver la situación de manera eficiente y rápida, ¿verdad? Sí, lo sabemos, dicho así parece sencillo, pero cuando se pasa de la teoría a la práctica el tema se complica y nuestras reacciones pasan a tener vida propia.

Pero no te preocupes, aquí es donde entra en acción la asertividad… ¡Vamos a por ella!

¿Qué es la asertividad?

Empecemos por el principio, ¿qué significa realmente este término que está tan en boga?

Tal y como explica Olga Castanyer, directora del Gabinete Psicopedagógico SIJE, y coautora de Voy a ser asertiva (Conecta, 2017):

Es decir, la asertividad es:

  • el arte de saber decir “no” a tu cuñada,
  • de expresar tu opinión aunque ésta sea diferente a la del resto,
  • de poner límites y evitar que tu compañero se adjudique el mérito de tu trabajo,
  • de responder a críticas (¡y de hacerlas cuando toque!),
  • de realizar las peticiones necesarias,
  • y, por supuesto, volviendo al ejemplo del supermercado, de defender tus intereses y decir a la señora que es tu turno.

Para la psicóloga Raquel Ballesteros, autora de ¡Camarero, este café está frío! (Cuadrilátero de libros, 2015), la clave está en cómo nos comunicamos:

Test: ¿cómo de asertiv@ eres?

Ahora que ya sabes lo que significa este valioso concepto que puede cambiarte la vida, toca averiguar cómo están tus niveles de asertividad.

En función de estos, las expertas advierten que las personas pueden ser catalogadas como asertivas, pero también como agresivas o sumisas. “Eso sí, nadie es 100% pasivo o agresivo. A menudo adoptamos conductas dependiendo de la situación o el contexto. Incluso podemos llegar a compensar la pasividad que tenemos en ciertas áreas vitales siendo agresivos en otras”, puntualiza Ballesteros.

¿Quieres descubrir cuál es tu patrón dominante? ¡Haz el test!

Haz el test de asertividad; ¡Descubre cómo ser más asertivo!
  1. Con tu cumpleaños a la vuelta de la esquina, tu mejor amiga y tú decidís organizar un viaje. Tú siempre has querido ir a Roma, de hecho, llevas días enviándole propuestas de vuelos y hoteles, sin embargo, a una semana de tu aniversario, ella te dice que prefiere ir a París. Tú…

    1. Le explicas que llevas mucho tiempo preparando este viaje que te hace especial ilusión y le propones que para la próxima escapada ella escoja el destino.
    2. Crees que estás en tu derecho de elegir ciudad, ¡que para eso es tu cumpleaños! Por eso mismo te enfadas y dejas de hablarle.
    3. Te resignas a viajar a París… que también es muy bonito, ¿nooo? Ya irás otro año a Roma. Tienes miedo de que si te quejas ella diga que no y al final no vayas ni a Roma ni a París.
  1. Has tenido un problema con el coche y has llegado tarde al trabajo, ¡y justo hoy había una reunión a primera hora! Tu soci@ reacciona excesivamente mal. Tú…

    1. Pides disculpas por el retraso, explicas que ha sido un hecho aislado y ajeno a ti y que compensarás tu ausencia en la reunión.
    2. No comprendes por qué se pone así, ¡para una vez que llegas tarde! Y, cuando te quieres dar cuenta, ya estás reprochándole que no ha sido tu culpa, “ha sido el puñ**tero coche, y además, ¡López se duerme cada mañana y no pasa nada!”.
    3. Asientes y dices que nunca más volverá a pasar sin explicar lo que te ha sucedido por miedo a que no te crea o te cuestione.
  1. Laura te ha pedido que de camino a tu casa la lleves con el coche al gimnasio, a ti te viene francamente mal por que, aunque es cierto que te pilla casi de paso, hoy estás deseando llegar, darte una ducha y ver si te da tiempo a ir al teatro, que has conseguido buenas entradas. Tú…

    1. Le explico que aunque me pilla cerca, hoy tengo prisa y no la podré llevar…
    2. ¡Siempre igual! Es que es una aprovechada. “¿Acaso te crees que soy un taxi?”, le digo.
    3. La llevo e intento llegar de todas formas dándome una ducha exprés… aunque por si acaso, me voy haciendo a la idea de que la obra seguro que tampoco era tan buena. Snif, snif.
  1. Estas en un restaurante con una cita importante y te das cuenta de que la copa está un poco sucia. Tú…

    1. Le pides educadamente al camarero que te la cambie.
    2. ¡Aaarg! Llamas al camarero y le ordenas que se la lleve de inmediato levantando la voz para que el resto de comensales se enteren. “¿Cómo puede haberme puesto esa copa? ¡Exijo unas disculpas y la hoja de reclamaciones!”, exclamas.
    3. Te callas y sigues comiendo como si nada porque, aunque estés a punto de morirte del asco, no quieres parecer un quejica.
  1. Tu hermano y tú queréis organizarle una fiesta sorpresa a vuestros padres para su aniversario. Aunque tú eres la mayor y siempre te has encargado de estos temas, te gustaría que él se implicara por igual. Tú…

    1. Le pides hacer conjuntamente un listado de tareas y repartirlas para que entre los dos podáis organizar la mejor fiesta sorpresa del mundo sin que ninguno de los dos muera en el intento entre tanta tía, primo y amigos de amigos 🙂
    2. Le dices que estás harta de encargarte tú siempre de estas cosas y decides desentenderte de la fiesta hasta que él no coja las riendas…
    3. No le dices nada y esperas que él se dé cuenta de todo el trabajo que estás realizando y se anime a colaborar entre indirecta e indirecta que le lanzas.

Resultados:

Mayoría de A. Eres una persona… asertiva

Mayoría de B. Eres una persona… agresiva

Mayoría de C. Eres una persona… sumisa

Mayoría de A: Eres una persona… asertiva

En tus relaciones acostumbras a empatizar y te comunicas de forma respetuosa sin renunciar por ello a tus intereses y necesidades, ¡bravo!

Siempre intentas mostrar tu mejor sonrisa y tu tono de voz es suave y agradable.

Sabes negociar para que tanto tú como tu interlocutor salgáis ganando. Tu lema es “tengo los mismos derechos que los demás y viceversa”.

¡Ah! Y cuando te equivocas y debes pedir disculpas, lo haces de forma responsable y sin rechistar.

Tú sí que sabes, ¡pero seguro que todavía puedes mejorar en algunos aspectos! Échale un ojo a nuestros trucos para mejorar tu asertividad, ya sabes, ¡todo son pros!

Mayoría de B: Eres una persona… agresiva

Todo apunta a que tienes una tendencia más agresiva de afrontar las situaciones. Seguramente tu miedo a ser invadido o anulado por el resto a veces hace que reacciones con actitudes defensivas, competitivas o de lucha.

“La persona agresiva es aquella que tiene tanta necesidad de ser respetada o reconocida que descuida las necesidades ajenas para hacer prevalecer las suyas”, apunta Ballesteros. En otras palabras y tal y como resume Castanyer, “se hiperrespeta tanto a sí misma que no respeta a los demás”.

Puede incluso llegar a tener una mirada retadora y una postura rígida, además suele tener mucho carácter, quiere llevar siempre la razón y emite ordenes constantemente.

Lee atentamente los trucos que te explicamos a continuación para mejorar tu asertividad y no te arrepentirás. Palabra de Yo Elijo Cuidarme.

Mayoría de C: Eres una persona… sumisa

Se podría afirmar que tienes un estilo más sumiso. Tal y como explica Ballesteros, “la persona pasiva es aquella que tiene tanto anhelo de conexión con los demás que descuida sus propias necesidades para mantener el vínculo. Su actitud irá en detrimento de su propia persona debido al miedo a ser rechazada”.

Sé sincero contigo mismo, uno de tus mayores temores es el enfado de tu entorno, por eso mismo sueles adoptar actitudes de sumisión y de huida, ¡cambia el chip!

Deja de justificarte, de agradecer y de disculparte en exceso y de sobreadaptarte a tu entorno.

¿Y tú, qué quieres o necesitas realmente? Sigue leyendo y aprende a hacerte respetar con nuestras claves… 3, 2, 1, ¡asertividad!

¿Cómo mejorar mi asertividad?

Tal y como hemos visto, la asertividad es una capacidad y, como tal, buenas noticias: ¡Se puede trabajar!

Aviso: Ten paciencia, ¡no quieras pasar de ser Don Agresivo o Don Sumiso a ser el rey de la asertividad en dos días!

Como todo, requiere su tiempo, ¿recuerdas cuando eras incapaz de subir unas escaleras sin acabar jadeando? Pues igual que estás entrenando tu forma física y ahora tienes mucha más resistencia, ¡también puedes mejorar tu asertividad! ¿Empezamos?

Identifica el origen

La especialista Ballesteros recomienda como primer paso poner el foco en las situaciones y personas que nos hacen reaccionar de una forma no deseada.

Es cierto que hay muchos desencadenantes que se cruzan en nuestro camino por sorpresa, como nuestra ‘amiga’ de la cola del súper, pero seguro que también hay muchos a los que te enfrentas más a menudo de lo que te gustaría y, si no, piensa en las visitas de tu suegra…

Adelántate

Una vez tengas fichados los inputs que hacen que pierdas el control sobre tus emociones, anticípate y visualiza cómo te gustaría actuar. Anticípate y tendrás el control.

“En mis sesiones utilizamos técnicas de respiración y ejercicios de mindfulness para conectar con nosotros mismos y entrenar nuestras emociones, e incluso el role playing o los ensayos cual obra de teatro también son muy efectivos para exponernos a este tipo de estímulos en entornos seguros y controlados”, cuenta Ballesteros.

Quiérete

“Para hacerte respetar, primero tienes que respetarte a ti mismo, y para eso te tienes que sentir digno de ser querido y valorado”, subraya la especialista en psicología clínica Castanyer.

Así que olvídate de la autocrítica y de otros factores que intoxican tu mente y la llenan de negatividad (échale un vistazo a nuestro detox emocional).

Sí, ser más asertivo te beneficiará más allá del ámbito social, familiar y profesional, sobre todo te ayudará a relacionarte mejor contigo mismo: conócete y acéptate.

Ya sabes lo que toca: Amándote que es gerundio.

Psst, psst, si eres mujer, tatúate este tercer punto a fuego porque, un estudio de la University College London (Reino Unido), afirma:

Ladies, ¡aprendamos a querernos más (y mejor) gracias a la asertividad!

Papel y ‘boli’

Escribe un mínimo de tres mensajes a modo de autoinstrucciones que te recuerden lo importante que es interiorizar nuestras propias reglas a favor de la asertividad.

Por ejemplo: “No anteponer siempre los intereses de mi hijo por encima de los míos no me convierten en un mal padre”; “Me merezco dedicarme una hora al día para ir a yoga”; y “Tengo derecho a negociar mi horario laboral con mi superior”.

El poder del “no”

¡Es increíblemente liberador! Negarte a algo es 100% lícito, solo debes saber cómo comunicarlo: explica tus motivos y, si puedes, propón alternativas.

Por lo tanto, si no tienes tiempo para acompañar a tu hermano esta tarde al concesionario, pregúntale si puede otro día.

¡Por favor, pide por favor!

A menudo somos reacios a pedir ayuda, damos por hecho que esa persona tiene que darse cuenta de nuestra necesidad y, si esto no pasa, nos decepcionamos o nos enfadamos pensando que no nos quiere echar una mano, cuando probablemente lo único que ha sucedido es que no se ha dado cuenta de tu SOS silencioso.

Ergo: Por favor, no tengas miedo de pedir aquello que necesites.

En clave femenina

Que no te sorprenda que le dediquemos un punto a la asertividad de la mujer. Y es que recordemos que esta capacidad se trata de un conjunto de habilidades sociales que aprendemos y, por lo tanto, nuestro desarrollo dependerá de las posibilidades que hayamos tenido para llevar lo adquirido a la práctica.

Así que tal y como seguramente te estás imaginando… ¡efectivamente -y lamentablemente– la asertividad también entiende de género!

¿A qué se debe esto? Nuestras expertas responden: “Todavía a día de hoy existen diferencias en nuestra cultura en el modo de educar a hombres y a mujeres. Las conductas que se ‘premian’ o que se ‘castigan’ son totalmente distintas”, explica Ballesteros, que continúa: “En el bando femenino, se tiende a valorar como positivas cualidades como la docilidad, la empatía, la capacidad de cuidar, la templanza…”.

Castanyer asiente y va más allá: “Tradicionalmente hemos tenido que asumir un rol sumiso, incluso hemos tenido que actuar de forma aparentemente sumisa para conseguir ciertas cosas”.

Esto explicaría por qué suele ser más fácil para una mujer conectar con la vulnerabilidad ajena y la escucha, mientras le resulta más complicado poner límites, expresar rabia o hacer valer sus propios derechos. “¡Pero no es que no sepamos, es que no se nos ha enseñado!”, puntualiza Castanyer.

En los hombres en cambio vemos que los mensajes más repetidos a lo largo de su crecimiento tienden a recompensar cualidades como la valentía, la determinación y la capacidad para asumir riesgos, por lo que se puede afirmar que tienen más opciones de poner en práctica este tipo de habilidades más enfocadas al beneficio propio en detrimento de actitudes relacionadas con la empatía.

Veredicto: en materia de asertividad queda mucho camino por recorrer. Por eso mismo, hay que esforzarse por trabajar la asertividad e inculcarla desde la niñez, sobre todo entre las más pequeñas. ¡Hagámoslo por un futuro en el que mujeres y hombres sean capaces de utilizar su inteligencia emocional por igual para autoafirmarse!

¿Qué te ha parecido?, ¿vas a empezar a aplicar nuestros trucos para actuar de forma más asertiva en tu día a día?

Cuéntanos si te ha sorprendido el resultado del test… ¡quedará entre nosotros, será nuestro secreto!  🙂

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