¿Necesitas un plan Detox? 5 señales de que necesitas detoxificarte

5 señales que te avisan que necesitas un plan detox

Fatiga crónica, mal olor corporal, insomnio y cansancio, sensibilidad alimentaria y dolores de cabeza son cinco señales que te avisan que tu organismo está sobresaturado de toxinas y necesitas un plan detox. Descubre por qué, cómo y cuándo hacerlo.

Para entender cuándo y por qué necesitas un plan detox, primero tienes que saber qué son las toxinas. “Son compuestos químicos naturales o sintéticos que pueden provocar efectos perjudiciales en los organismos vivos, incluidos los humanos. Estos compuestos dañan células, tejidos u órganos, o causan respuestas adversas en el cuerpo”, explica Francisco Gómez Moreno, fisioterapeuta, osteópata y nutricionista-dietista clínico colaborador de Clínica Palasiet. De hecho, los propios alimentos pueden contener diferentes tipos de toxinas, “ya sea de origen natural, como toxinas producidas por plantas, hongos o bacterias; o de toxinas origen ambiental, como residuos de pesticidas o productos químicos industriales”, detalla Francisco.

¿Qué alimentos contienen toxinas y cuáles?

Miles de toxinas y químicos sintéticos dañinos, se encuentran en nuestra comida, el aire que respiramos, el agua que bebemos, nuestra ropa, nuestros hogares, nuestros puestos de trabajo…En este apartado vamos a centrarnos en las sustancias tóxicas que podemos encontrar en algunos grupos de alimentos:

Pescado y Marisco

  • Anisakis: “Se trata de un parásito que puede estar presente en pescados y mariscos crudos o insuficientemente cocidos y causar infecciones parasitarias”, asegura el nutricionista-dietista de Clínica Palasiet.
  • Cadmio: es un metal pesado que puede acumularse en algunos tipos de pescado. “Especialmente en el pescado de agua dulce, como el pez de río”, apunta este experto.
  • Mercurio: es otro metal pesado que también puede acumularse en los tejidos de los peces. “Especialmente en peces grandes y depredadores en la cadena alimentaria, como el pez espada, el tiburón, el atún y el pez de río”, según Gómez Moreno.
  • Histamina: se forma por la descomposición bacteriana de la histidina en el pescado, “cuándo éste no se almacena adecuadamente a bajas temperaturas.”

Frutas y verduras

  • Pesticidas: son sustancias químicas utilizadas para proteger los cultivos de insectos, malezas y enfermedades. “Si no se utilizan correctamente, pueden dejar residuos en las verduras y frutas”, advierte el experto de Clínica Palasiet.
  • Patulina: es una micotoxina producida por ciertos hongos, como el PenicilliumExpansum. “Puede contaminar frutas como manzanas, peras y ciruelas, especialmente si están dañadas o en mal estado.”
  • Norovirus: es un virus altamente contagioso que puede contaminar frutas y verduras “si éstas entran en contacto con agua o superficies contaminadas durante la producción, manipulación o preparación de alimentos”, según Gómez Moreno.
  • Lectinas: son proteínas presentes en muchas plantas, especialmente en legumbres como los frijoles, las lentejas y los garbanzos. “Si se consumen crudas o insuficientemente cocidas, pueden causar malestar gastrointestinal y otros síntomas, ya que pueden interferir con la absorción de nutrientes y dañar las células intestinales”, comenta el nutricionista-dietista.
  • Contaminación bacteriana: las frutas y verduras pueden contaminarse con bacterias patógenas como Salmonella, E. coli y Listeria Monocytogenes durante la producción, manipulación o almacenamiento.

Legumbres

  • Fitohemaglutininas: son proteínas tóxicas presentes en legumbres crudas, como los frijoles rojos. “En ocasiones pueden causar malestar gastrointestinal si no se cocinan adecuadamente.”

Productos Lácteos

  • Listeria monocytogenes: es una bacteria que puede contaminar productos lácteos no pasteurizados o mal procesados y causar listeriosis: “una enfermedad transmitida por alimentos”, comenta el experto.
  • Bacterias patógenas: los productos lácteos no pasteurizados o mal procesados, pueden ser una fuente de contaminación bacteriana, incluidas bacterias patógenas como Salmonella, Escherichiacoli, Listeria monocytogenes y Campylobacter.

Carnes

  • Toxoplasma gondii: es un parásito protozoario que puede infectar animales de granja y contaminar la carne cruda o mal cocida, especialmente carne de cerdo, cordero y res. “La toxoplasmosis, la enfermedad causada por este parásito, puede representar un riesgo especialmente para mujeres embarazadas y personas con sistemas inmunológicos debilitados, ya que puede provocar complicaciones graves, como defectos congénitos y problemas neurológicos”, advierte el experto de Clínica Palasiet.
  • Salmonella: es una bacteria patógena que puede contaminar la carne, especialmente la de aves de corral, como pollo y pavo. “El consumo de carne contaminada con Salmonella cruda o insuficientemente cocida puede provocar intoxicaciones alimentarias con síntomas gastrointestinales como diarrea, fiebre, vómitos y dolor abdominal”, apunta Francisco Gómez Moreno.
  • E. coli (Escherichiacoli): algunas cepas de EscherichiaColi pueden contaminar la carne de res, especialmente la molida. “Como la cepa O157:H7, que produce una toxina llamada toxina Shiga, que puede causar enfermedad grave en los seres humanos”, cuenta Gómez Moreno.
  • Toxina botulínica: es una toxina producida por la bacteria ClostridiumBotulinum, que puede contaminar la carne y otros alimentos si no se almacenan, manipulan o procesan adecuadamente.
  • Parásitos intestinales: como la TaeniaSolium (tenia) y TrichinellaSpiralis (triquina) pueden infectar la carne de cerdo y otros animales.

A todas estas toxinas estamos expuestos a diario y no somos conscientes.

¿De qué otras formas llegan las toxinas hasta nuestro organismo?

Además de a través de la alimentación, las toxinas ‘ingresan’ en nuestro organismo por otras vías: “por la inhalación de contaminantes ambientales como gases tóxicos o partículas finas, por la absorción a través de la piel de productos químicos presentes en el medio ambiente o en productos de uso diario. Además, el consumo de alcohol, drogas y tabaco introduce sustancias tóxicas en el cuerpo, lo que causa daños a largo plazo en varios órganos y sistemas. También está la exposición a toxinas presentes en productos de limpieza doméstica, cosméticos y productos de higiene personal, así como la contaminación del aire en áreas urbanas y la ingestión de toxinas liberadas por materiales de cocina (utensilios de aluminio, recipientes de plástico y sartenes en mal estado)”, resume el fisioterapeuta, osteópata y nutricionista-dietista clínico de Clínica Palasiet.

¿Qué pasa con nuestros propios sistemas de desintoxicación?

Es cierto que el cuerpo humano tiene sus propios sistemas de desintoxicación. De hecho, el hígado y los riñones trabajan a destajo para eliminar esas toxinas del cuerpo. El problema es que estos sistemas se sobrecargan si la exposición es alta o prolongada. “Esto puede terminar suponiendo una acumulación gradual de toxinas. Es más, algunas toxinas tienen una alta afinidad por los tejidos grasos, lo que prolonga su permanencia en el organismo, especialmente los contaminantes ambientales persistentes como los bifenilospoliclorados (PCBs) y los compuestos orgánicos persistentes (POPs). Además, ciertas personas experimentan dificultades para metabolizar y eliminar eficientemente ciertas toxinas debido a factores genéticos, enfermedades crónicas u otros problemas de salud que afectan la función metabólica”, revela Francisco Gómez Moreno.

¿Qué consecuencias negativas tienen las toxinas para la salud?

Desde daño a órganos y tejidos como el hígado, los riñones y el sistema nervioso, hasta la interferencia con los procesos metabólicos normales, “lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares”, apunta el experto colaborador de Clínica Palasiet.

También pueden debilitar el sistema inmunológico, aumentando nuestra vulnerabilidad a enfermedades infecciosas y disminuyendo nuestra capacidad del cuerpo para combatirlas. Y algo más: las toxinas pueden alterar la expresión génica y la función celular, “lo que puede predisponer a ciertas personas a una mayor susceptibilidad a los efectos adversos de la acumulación de toxinas”, advierte Gómez Moreno.

 

¿Necesitas un plan Detox? 5 señales de que necesitas detoxificarte

¿Qué es un plan detox?

Es por todas estas razones que decidirte a hacer un plan detox o una buena desintoxicación no es algo tan descabellado o inútil. “Se trata de un programa dietético diseñado para eliminar toxinas acumuladas en el cuerpo y promover la salud metabólica y general. Se basa en la premisa de que estamos constantemente expuestos a toxinas ambientales. Y se centra en el consumo de alimentos que ayudan a eliminar estas toxinas y apoyan los procesos naturales de desintoxicación del cuerpo, principalmente a través del hígado, los riñones, el intestino y la piel”, describe el experto.

Una dieta detox suele ser rica en nutrientes, antioxidantes, fibra y compuestos bioactivos que ayudan a neutralizar y eliminar toxinas.

¿Quién, cuándo y por qué deberíamos hacerlo?

Quién: “Un plan detox es útil en personas que tienen desequilibrios metabólicos, como resistencia a la insulina, síndrome metabólico o niveles elevados de lípidos en sangre. También para aquellos expuestos a una carga ambiental significativa de toxinas, ya sea a través de la alimentación, la exposición ocupacional o la contaminación ambiental. Además, es beneficiosa para personas con hábitos alimenticios poco saludables (consumo excesivo de alimentos procesados, azúcares refinados y grasas trans”, aconseja el colaborador de Clínica Palasiet.

Cuándo: puede ser al inicio de una nueva estación, después de períodos de consumo excesivo de alimentos poco saludables, o en respuesta a situaciones de mucho estrés. “También puede ser parte integral de un programa de salud holística, incluyendo cambios sostenibles en la dieta y el estilo de vida”, aconseja el experto.

Por qué: mejora la capacidad del sistema de desintoxicación endógeno del cuerpo (particularmente el hígado y los riñones) y aumenta los niveles de energía. “Además, reduce la carga tóxica corporal y mejora la salud metabólica, mediante la regulación de la sensibilidad a la insulina, la reducción de la inflamación sistémica y la optimización del metabolismo de los lípidos”, explica Gómez Moreno. También nos ayuda a adoptar hábitos dietéticos y de vida más saludables a largo plazo.

5 señales que te avisan que necesitas un plan detox

Fatiga crónica

Puede estar causada por factores ambientales y de estilo de vida, que provocan una disfunción mitocontrial. “Las especies reactivas de oxígeno (ROS), moléculas altamente reactivas, al oxidar lípidos, proteínas y ácidos nucleicos, causan estrés oxidativo y daño celular. Los productos de glicación avanzada (AGEs), compuestos resultantes de la unión no enzimática de azúcares reductores con proteínas, lípidos o ácidos nucleicos, contribuyen al deterioro funcional de las mitocondrias mediante la inducción de procesos inflamatorios y la alteración de la estructura proteica. Además, los productos finales del metabolismo celular, como el lactato y el amonio, pueden acumularse en exceso y perturbar la homeostasis celular, acidificando el entorno intracelular y comprometiendo la función mitocondrial”, explica el experto de Clínica Palasiet. Dicho de otra manera: la acumulación crónica de residuos metabólicos contribuye a la fatiga crónica.

Olor corporal

Por la alimentación: el olor corporal puede estar influenciado por una variedad de alimentos, como los ricos en compuestos sulfurados (el ajo, la cebolla y los espárragos), que pueden generar un aroma distintivo tanto en la piel como en el aliento. Además, “los pescados grasos como el salmón pueden contribuir a producir un olor corporal más pronunciado debido a la liberación de compuestos de aminas biogénicas. Mientras que el curry y otras especias fuertes pueden generar aromas intensos debido a los aceites volátiles que contienen. Y el alcohol, los alimentos ricos en proteínas, los altamente procesados también pueden influir en el olor corporal, ya sea a través de su metabolismo o la liberación de compuestos volátiles”, asegura el nutricionista-dietista clínico colaborador de Clínica Palasiet.

Por los medicamentos: “la penicilina, un antibiótico ampliamente utilizado, puede alterar la flora bacteriana natural del cuerpo, lo que potencialmente modifica el olor corporal. Otro ejemplo es la metformina, un fármaco comúnmente prescrito para el tratamiento de la diabetes tipo 2, que puede generar un olor característico en la piel o el aliento, a menudo descrito como ‘a pescado o amoníaco’. Además, algunos antipsicóticos, empleados en el tratamiento de trastornos mentales, tienen un impacto en el olor corporal de quienes los consumen”, detalla Gómez Moreno.

Insomnio y cansancio

Durante el sueño, el cuerpo está en modo ‘regeneración’ y es cuándo tienen lugar los procesos de desintoxicación y eliminación de toxinas acumuladas durante el día. “Si estos procesos se ven comprometidos debido a una alta carga tóxica, el cuerpo no pueda eliminar eficazmente las toxinas durante la noche, lo que altera la calidad del sueño y provoca sensación de cansancio durante el día”, explica el experto.

Sensibilidad alimentaria

Las toxinas, los disruptores endocrinos y contaminantes ambientales pueden producir reacciones cruzadas con ciertos alimentos. Precisamente, estas interacciones derivan en reacciones alérgicas. “Esta exposición anómala puede inducir una respuesta inmunitaria aberrante, en la que el sistema inmunitario reconoce erróneamente ciertos alimentos y los identifica como amenazas, lo que lleva a la producción de anticuerpos y la liberación de mediadores inflamatorios”, detalla Gómez Moreno.

Dolores de cabeza

La exposición a toxinas ambientales, como los metales pesados, los productos químicos tóxicos y los contaminantes del aire, el agua o los alimentos, tienen efectos neurotóxicos y desencadenan migrañas y otros tipos de dolores de cabeza. Es más, ciertos tóxicos están relacionados con los dolores de cabeza y la neuroinflamación. “Ésta es una respuesta del sistema inmunológico del cerebro a diversos estímulos, incluidas las toxinas. Cuando el sistema inmunitario detecta la presencia de toxinas en el cerebro, desencadena una cascada de reacciones inflamatorias para intentar eliminar o neutralizar estas sustancias. Esta respuesta inflamatoria puede ser excesiva o crónica, lo que contribuye al desarrollo de dolores de cabeza”, cuenta el experto.

¿Cómo poner en práctica un plan detox?

La forma más fácil de llevarlo a cabo por tu cuenta es haciendo una ‘dieta antiinflamatoria’ que incluya:

  • Verduras y hortalizas: que son ricas en nutrientes esenciales y compuestos bioactivos con propiedades antiinflamatorias. Que no te falten espinacas, brócoli, col rizada, col de Bruselas, espárragos, remolacha, zanahorias, calabaza, berenjena, pimientos, tomates, coliflor, apio, calabacín, cebollas, ajo, puerros, champiñones, alcachofas, rúcula, lechuga, perejil, espárragos verdes y raíz de jengibre. ¿Por qué? “Son una fuente excelente de antioxidantes, vitaminas, minerales y otros compuestos que ayudan a reducir la inflamación en el cuerpo y promueven la salud general cuando se consumen regularmente”, detalla el dietista-nutricionista.
  • Carnes magras y pescados: que tienen propiedades antiinflamatorias, como el salmón, el atún, la caballa, el arenque, la trucha, el pollo sin piel, el pavo, el bacalao, el pez espada y las sardinas. “Estos alimentos son ricos en ácidos grasos Omega 3 y proteínas magras, lo que los convierte en opciones saludables para ayudar a reducir la inflamación en el cuerpo”, asegura el experto.
  • Granos integrales: como la avena, la quinoa y el arroz integral. “Son ricos en fibra dietética, vitaminas del complejo B y minerales como el magnesio, que pueden ayudar a reducir la inflamación al mejorar la salud intestinal y regular el metabolismo de la glucosa.”
  • Semillas y frutos secos: como las semillas de chía, las nueces y las almendras. “Son una excelente fuente de grasas saludables, proteínas, fibra y antioxidantes, que pueden ayudar a reducir la inflamación y proteger contra enfermedades crónicas”, asegura Gómez Moreno.
  • Frutas y frutos rojos: procura consumir arándanos, fresas, cerezas, piña, naranjas, kiwis y manzanas. “Pueden reducir la inflamación y promover la salud general del cuerpo.”
  • Aceite de oliva virgen extra: es una fuente importante de ácidos grasos monoinsaturados y compuestos antioxidantes, como los polifenoles, que “pueden ayudar a reducir la inflamación y proteger contra enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas”, asegura el colaborador de Clínica Palasiet.
  • Bebe 2 litros de agua al día: es importante mantener una correcta hidratación para apoyar favorecer la eliminación de toxinas.
  • Infusiones: apuesta por las infusiones que han demostrado conseguir una desintoxicación del hígado, como el diente de león, el cardo mariano, la cúrcuma, el jengibre, el regaliz, la hierba de limón, la bardana y la menta. “Estas infusiones contienen compuestos antioxidantes y antiinflamatorios que han demostrado tener efectos positivos en la salud hepática.”
  • Suplementación: para mejorar la función hepática y abordar la fatiga crónica de manera natural, se pueden considerar varios suplementos. “La N-acetilcisteína (NAC) es un aminoácido precursor del glutatión, un antioxidante esencial en el hígado que ayuda en la desintoxicación. La vitamina E, un antioxidante liposoluble, protege las células hepáticas del daño oxidativo. Mientras que la vitamina D puede mejorar la función hepática y reducir la inflamación en el hígado. El ácido alfa lipoico (ALA) regenera otros antioxidantes como el glutatión, protegiendo el hígado del daño oxidativo. Y el magnesio es esencial para el metabolismo hepático y la producción de energía, y puede mejorar la función hepática y aliviar la fatiga”, aconseja Francisco Gómez Moreno.

¿Qué debemos evitar?

  • Alérgenos: es importante evitar los alérgenos conocidos, como los alimentos a los que somos sensibles o alérgicos, para prevenir posibles reacciones adversas.
  • Ultraprocesados: también debemos evitar los alimentos altamente procesados, ricos en aditivos, conservantes y otros ingredientes artificiales, ya que sobrecargan el cuerpo con toxinas y dificultan el proceso de desintoxicación.
  • Azúcares y harinas refinadas: se recomienda reducir o eliminar el consumo de azúcares refinados y harinas refinadas, ya que contribuyen a desequilibrios en los niveles de azúcar en sangre y promueven la inflamación.
  • Alcohol y cafeína: el consumo de alcohol y cafeína también debe ser limitado, ya que pueden interferir con el funcionamiento óptimo del hígado y los riñones (principales órganos de desintoxicación del cuerpo).
  • Grasas saturadas: es importante reducir la ingesta de grasas saturadas y trans (en alimentos fritos, procesados ​​y de origen animal), ya que pueden contribuir a la inflamación y la acumulación de toxinas en el cuerpo.

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